Hace un tiempo una colaboradora se fue a casa llorando. La impotencia y frustración de una situación laboral le desbordaron los sentimientos. Luego me escribió esto: “Me da rabia ponerme “así” pero es que no puedo controlarlo, tendré que trabajarlo”. Mi contestación (y la mantengo para todo el que la necesite) fue: “No sé cómo es ponerse “así”, solo sé que las personas pasionales y que se implican y lo dan todo, SIENTEN las cosas, y esas son las personas que CUENTAN.”

La mayoría de las mujeres a las que admiro personal y/o profesionalmente han llorado en el trabajo (o por trabajo) en algún momento. Muchos hombres que admiro también.

Yo he llorado muchas veces, es una forma rapidísima de sacar tensión del cuerpo y limpiar la mente para acto seguido, poder tomar decisiones mucho más racionales. Es verdad que con el tiempo y la experiencia multitud de situaciones y multitud de comportamientos ya son “viejos conocidos” con lo que te impactan mucho menos.

Para los problemas del trabajo adquieres experiencia con diferentes vías de actuación; para los comportamientos aprendes que la forma de expresarse de los demás, pues eso, es suya y no tiene que ver contigo, sino con ellos.

Al principio de mi carrera lloré por desbordamiento, de repente estás con tres frentes abiertos y un director pidiendo resultados o explicaciones… y también por orgullo, cuesta aceptar las primeras críticas.

En otras ocasiones, muchas, ha sido por rabia al no prever algo que después me parecía “obvio” o dejar escapar oportunidades o no haberme atrevido a levantar la mano y decir: «¡Yo!».

Más adelante vinieron las veces en las que lloré por frustración, por no poder desarrollar el proyecto como se debería por politiqueos o mala gestión de dirección.

En las épocas de ERES y ERTES lloré de impotencia, es durísimo despedir a grandes profesionales e intentar transmitir que esto no tiene nada que ver con su valía profesional ni personal.

En las ocasiones en las que me ha tocado desvincular a una persona del equipo por otros motivos, he llorado al sentir que fracasaba como líder.

En la pandemia lloré de agotamiento, puro cansancio físico y mental.

Y un dato curioso: hay un llanto característico que me ha acompañado en toda mi vida profesional y en todas las empresas en las que he estado. En todas y cada una de ellas he LLORADO DE LA RISA.

¡Esos momentos no tienen precio!

Si como yo has llorado porque eres pasión en tu vida y en tu trabajo, ni un átomo de culpa al respecto, levanta esa cabeza y sonríe con orgullo, porque quién siente las lágrimas… siente una buena carcajada.

Arantza.