Ellas tienen 9 años. Una vive en Madrid y otra en Valencia y son tan amigas que se han convertido en primas “de corazón” (todo el mundo sabe que la Familia de Corazón es aquella que eliges para que forme parte de tu familia, más allá de tu familia)
Se conocen desde que nacieron y se ven con bastante frecuencia, salvo este año extraño que ha hecho que haya pasado “uuuffff” de tiempo sin verse.
En el reencuentro risas, nervios y cuchicheos y tras un rato vienen contentas y gritando alborotadas:
– Mamá, “tía”, ¡¡hemos crecido iguales!! Mira, si yo me pongo de puntillas somos iguales de altura, y si ella gira la cabeza hacia atrás, tenemos el pelo igual de largo, y si a mí me da más el sol, se me pone el pelo más amarillo como a ella y si ella se lo peina fuerte, se le queda liso como el mío… ¿no es increíble? 🙂
No es increíble chicas, es QUERER que sucedan las cosas.
En el mundo laboral pasa exactamente lo mismo. Los nuevos proyectos, los nuevos retos, no pueden basarse en el empuje de una sola persona, la empresa no puede permitirse optar solo a una idea cuándo esa idea puede ampliarse, mejorarse, hacerse mucho más cabal y con menos costes (y no sólo económicos) si el resto de profesionales aportan su visión. Cuanto más diferente y diversa es esa visión, más valor aporta. ¿Cuál es el primer paso?: QUERER.
Para acercar posturas en una negociación, hay que QUERER ver puntos en común.
Para sacar adelante un proyecto, hay que QUERER buscar soluciones.
Para aprender hay que QUERER entender que el error nos conduce a nuevos caminos.
Arantza.
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