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Lo que una excel no puede contarte

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NO ES LO MISMO MATAR UN POLLO QUE UN CONEJO

Como cada mañana, Íbamos de camino al cole Ela y yo en nuestro Mazda Rojo y en la radio comenzó a sonar Bad Romance de Lady Gaga. Ela me pregunta: “Mamá, ¿te gusta Lady Gaga? A mí pachín pachán”. Y yo le respondo: “Pues no, pero sí”.

  • Ppfffff mamá, ¿eso es que te gusta o no te gusta?.
  • Mira, “pues no” porque como cantante sus canciones no me van mucho, su voz y su tono me resultan algo agresivos. Ahora va la parte del “pero sí”: su personalidad me gusta muchísimo. Me gusta su actitud, me gustan las personas que hacen cosas diferentes, que prueban cosas distintas, aunque el resultado de esas pruebas tampoco me guste.
  • No me aclaro, solo conoces lo que ella hace y eso no te gusta, pero ella sí te gusta.

Poder hablar con Ela de diversidad en todas sus formas posibles es mi cuña educativa favorita de madre coñazo. En un mundo anodino y políticamente correcto donde todos somos tan únicos como feisbuc o tictoc decidan que seamos, mola cualquier elemento diferente, extraño, raro y fuera de lo común.

  • Tal cual, la verdad. Es muy importante probar cosas nuevas, jugar a ser diferente, porque si no, siempre tendríamos todos lo mismo todo el rato. ¿Sabes que Lady Gaga apareció un día con un vestido de filetes de carne cruda?
  • Puaaaaag, ¡¡qué asco!!

¡Bien! Cualquier reacción es buena ante una expresión artística, incluso un “puag”, porque significa que no es indiferente y solo con eso el arte ya ha cumplido una de sus funciones principales que es generar sentimientos.

  • No sé si además de llevarla puesta luego se la tuvo que comer, jajajaja. El caso es que hay que probar cosas nuevas siempre y a veces te gustan y a veces no. Imagínate con la comida, si no probaras cosas… nos perderíamos comidas increíbles de un montón de lugares diferentes. La mayoría nos encantan y es cierto que otras no tanto. A mí no me gusta ni las manitas, ni las ostras ni las natillas, aunque es más un tema de textura que de sabor…
  • A mí me encanta la comida italiana, y la japonesa, y la mejicana, y la tailandesa y los garbanzos y las lentejas… ¡¡y el queso!!
  • Es que eres una ratona, jajajaja.
  • No me gusta el conejo.

Aquí entramos en un punto candente… esta vez para Ela.

  • ¿Por qué no? Comes pollo y vaca y cerdo y pavo y oveja… el conejo es lo mismo.
  • Porque no mamá, que no como conejitos.

Tengo una correa corta para los argumentos “porque no/porque sí”, me parecen vagos y no en el sentido de poco preciso, sino en el sentido de holgazán, de currarte muy poco las cosas.

  • No “porque no” no es ningún motivo, no vale. Sabes que muchos animales se crían y se matan para poder luego comerlos. Sabes que esto es así aunque no los matemos nosotras directamente. Es importante saberlo y no engañarse:  Pollos, conejos, vacas… y están muy ricos (guiño)
  • Ya sé que es así, ¡pero no es lo mismo! No es lo mismo matar un pollo que hay un montón y para eso están, que querer matar un dulce conejito blanco y blandito que es una mascota. Pobre conejito…

En este punto yo tenía clarísimo que Ela no iba a cambiar de opinión aunque la encerrara 20 horas en el coche hablando del tema. Para ella, los conejitos eran intocables y todo lo racional se queda en un lado muy pequeño del cerebro cuando choca con un ideal, con una creencia.

De forma paralela  yo no podía dejar de pensar que en multitud de ocasiones profesionales nos encontramos a muchas Elas que tienen claro que no se van a comer al animalillo, por muchas y muy buenas razones objetivas que les demos para hacerlo. Todos tenemos ciertas creencias (o formas de hacer las cosas) muy arraigadas y es muy difícil cambiarlas, porque además, estamos convencidos de que las nuestras son las correctas.

Sobre todo a nivel laboral, cuando se encomienda una función a alguien y este trabajo choca con alguna de estas creencias, la cosa va a pintar mal: es enfrentar razonamientos objetivos con creencias que muchas veces asumimos como verdades universales. Por mucho que lo pienso, no sé cómo mejorar ese aspecto. Solo se me ocurre tenerlo muy en cuenta como posible causa cuando, ante un nuevo proyecto,  nos encontramos con un colaborador que de repente ejerce resistencia pasiva, solo ve puntos negativos o incluso genera ciertas reacciones cercanas al boicot.

  • Jajajaja, ¡Ela! Esa es una razón muy muy parcial, ni todos los pollos son así (acuérdate de los dos pollitos que criamos), ni todos los conejitos son como de cuento de hadas. Además, da igual que el conejo sea blanco si te lo comes sin piel, jajajaja.

Ela calló un minuto mirándome con esa cara suya de “me estás tocando las narices y no pienso comer conejo digas lo que digas”, y de repente de forma natural cambió su esquema. Pasó de intentar convencerme con un RAZONAMIENTO OBJETIVO, mostrando argumentos que se pueden rebatir (y en este caso eran flojos, con lo que ella intuía que no lo iba a conseguir) a hablar de SENSACIONES SUBJETIVAS:

  • Pues ¿sabes qué? Que es porque no me gusta el sabor. Yo lo he probado y varias veces y no me gusta y cada uno sabemos qué nos gusta y qué no nos gusta y a mí no me gusta y punto pelota. No como conejitos porque no me gusta el sabor. Que no me los como.

¡Buena chica! No se puede rebatir racionalmente lo que una persona siente, es algo personal y subjetivo.

  • Jajajajajaja, vale, ahora me has dado tu opinión. Si lo has probado (y podemos decir que eres una probadora “experta” porque pruebas muchas comidas diferentes) y dices que no te gusta, pues de acuerdo por el momento. Porque ya sabes que las personas cambiamos y nuestros gustos cambian, así que te lo compro… de momento.
  • Mejor porque no pienso cambiar de opinión nuuuuuuuunca, y sé que vas a intentar que me lo coma sin decirme que es conejito, ¡que te conozco mamá! Oye, ¿me enseñas el vestido de Lady Gaga?

De toda la conversación realmente no sé cuánto hizo poso y cuanto se le olvidó nada más abrir la puerta del coche para ir al cole, quiero pensar que es como la lluvia fina, que al final cala, aunque a veces no lo tengo muy claro porque mientras salía del coche la conversación terminó así:

  • Mamá, ahora que estamos hablando de animales y hacer las cosas diferentes… ¿podemos adoptar un conejito de mascota?

La guinda del pastel es que casi ninguno de nosotros somos capaces de reconocer nuestros propios sesgos y asumir que, a la hora de la verdad, es lo mismo matar un pollo que un conejo.

Arantza.

PD: el dibujo es de mi compi Enrique Navarro. ¡¡Gracias!!

UNA MALETA LLENA DE SUEÑOS

Cada noche que voy a arropar a Ela, además de mil besos y abrazos, ella me pregunta con qué soñar.

Me resulta gracioso porque imaginar cosas «nuevas» me cuesta muchísimo, ella tiene buena memoria y esto es… casi cada noche, jajajajaja. Ela no sabe el esfuerzo que me cuesta poder pensar en qué soñar así que es libre de pedir y solo yo sé la felicidad y el amor tan grande que me genera esa pequeña rutina.

A veces le gusta mi sugerencia, a veces con matices, a veces ni siquiera a la tercera.

El caso es que Ela se va de excursión dos días con el cole (¡por fin normalidad también en lo lúdico!) y es importante para ella entre otras cosas porque lo de dormir fuera… pues pachín pachán. Finalmente las ganas han podido al miedo (¡bien por Ela!) aunque pensar en el momento de dormir le angustiaba.

– Mamá, no estaréis para arroparme.

– Puedes abrazar a Perrín y a Tito y que ellos te den los besos por nosotros.

– Pero con los nervios ¡no sabré con qué soñar!

– Sí que lo sabrás cielo, no obstante, vamos a meter unos cuantos sueños en la maleta.

Aunque la inercia de nuestra rutina dice que una noche = un sueño, ya te he contado que a veces le gusta mi sugerencia, a veces con matices y a veces ni… así que triple ración y un «post Data» clásico final (ese nunca está de más):

Idea para Soñar, 1 de 3.
Idea para Soñar, 2 de 3.
Idea para Soñar, 3 de 3

Sinceramente creo que Ela seguirá pasando nervios durante esta noche fuera de casa. Los miedos nunca se desvanecen de la noche a la mañana ni por arte de magia (ni aun en sueños), sin embargo ella lo ha conseguido, ya se ha pasado la pantalla y ha subido al siguiente nivel: «Hazlo, y si tienes miedo, hazlo con miedo».

Sinceramente también, pienso que esa sensación de tener miedo a ciertas acciones, esos anclajes que nos unen a ciertas conductas y ese «noséqué que quéséyo» no nos abandona nunca, solo cambia de forma y es parte de nuestra evolución. Claro que cuantos más años cumplimos, tenemos más escusas rebuscadas y más sinónimos y justificaciones para quedarnos tranquilos y no hacer mucho más.

Aunque de vez en cuando hay que lanzarse, y a veces solo hay que encontrar la tecla adecuada, esa pequeña ayuda que nos de la mínima confianza necesaria para pasar de pantalla. La recompensa es ingente.

Estoy convencida que cada uno de nosotros tiene un pequeño Dumbo esperando su pluma particular a la que agarrarse para poder levar anclas y caminar y volar y soñar y estoy convencida que la gran mayoría de veces tenemos cerca a una persona de confianza guardándola para nosotros. Alguien de nuestra familia, de nuestros amigos y (muchas más veces de las que creemos) una persona del trabajo que nos inspira.

Por cierto, como mandan los cánones dejo para el final el «Post Data» (lo que de verdad importa):

Post Data 1 de 1.

Arantza (mamá de Ela y selectora de sueños a petición)

PEQUEÑAS FRIQUICOSAS QUE ME HACEN FELIZ

En serio, cada una de estas cosas hace que piense: «¡qué guay!» y (literalmente) se me escapa una gran sonrisa y mi día es (significativamente) mejor.

– 🥄 Sacar a la primera del cajón una de mis dos cucharillas preferidas para tomar el primer café del día.
– 🍶 Terminar un brick de leche justo con la cantidad de leche necesaria para ese momento, ni que sobre una miaja ni que sea necesario abrir uno nuevo.
– 🎶 Conducir y que pongan en la radio una de mis canciones favoritas, de esas que ya no están de moda.
– 🚦 Empalmar en verde los semáforos de debajo de casa, incluido el del cambio de sentido.
– ©️ Entrar en una de las salas de envasado y ver godets (las piezas que transportan las botellas en la máquina) de colores alegres.
– 🤦🏻‍♀️ Acordarme justo en el momento en el que voy encender el coche de que me he olvidado el ordenador en casa, y poder volver a recogerlo empleando solo unos minutos (y no cuenta como «me he vuelto a olvidar blablablá…»)
– 🏆Encestar la bola de papel en la papelera.
– ☕ Llegar al departamento Técnico y que tengan todo lo necesario para que pueda robarles un café de los que a mí me gustan (incluida mi taza que no sabía dónde estaba, y una galleta).
– ℹ️ Encontrar alguna de mis cosas que están en ese limbo espacio-tiempo en el que sé que no están perdidas, pero no sé dónde están.
– 📖 Acertar la página del libro a la primera cuando se me cae el marcapáginas.
– 🖋️ Escribir con rotulador verde en la TOP 20.
– 👌 Ir a llamar al ascensor y que ya esté en mi planta.
– 🎯 Que la producción del día sea un número capicúa.
– 🚪 Que alguien abra la puerta por el otro lado justo cuando yo iba a abrirla, dando la sensación de que adivinaba que llegaba y me esperaba.
– 🚘 Ver un sitio para aparcar justo en la puerta de la fábrica, a pesar de que yo siempre aparco en un parque a dos manzanas de distancia, porque pienso en la alegría que se va a llevar uno de mis compañeros cuando vea el sitio y aparque en la puerta.
– 😎 Ganar a piedra papel y tijera y librarme de recoger la mesa.

La mayoría de mis amigos se parten de risa cuando cuento alguna que viene a colación, aunque espero que ellos también tengan sus #friquicosas porque la verdad, el poder sonreir desde el minuto 10 mola muuuuuucho.
(los minutos del 1 al 9 son para entender por qué estrafalario motivo he hecho caso al despertador y estoy en pie en vez de durmiendo).

Arantza.

400.000 km

Y un poco más son los kilómetros de mi coche ahora mismo.

Hace un tiempo (cuando íbamos por trescientos y muchos mil) hablábamos de la importancia de las apariencias y la presencia en el trabajo. Que en teoría podemos opinar y vestir y actuar como nos venga en gana pero que también tenemos muchos prejuicios y costumbres muy arraigadas, y en ciertos puestos, se esperan ciertos comportamientos y una cierta uniformidad.

Alguien comentó que, por ejemplo, mi coche no era “aparentemente adecuado” para mi cargo. A mí me sorprendió, entiendo hasta cierto punto el tema de la indumentaria e intento estar dentro de ese estándar , pero ¿el coche también?

Quizás sí, visto desde fuera el coche es una carreta: un Mazda 3 con 17 años y 400.000 km. Aún así, yo quiero compartir qué significa para mí.

Recuerdo el día que lo fuimos a comprar de 2ª mano y en Barcelona, vimos el anuncio un viernes por la noche y apalabramos ir a por él al día siguiente. Qué risas para conseguir sacar todo el dinero en cajeros en unas horas.

Vivendo en Valencia, con familia en Bilbao, y León, hemos recorrido (más de una y más de 10 veces) media España en un fin de semana.

Con él he hecho varios viajes a la Castilla profunda, una mujer en un coche rojo, con el pelo de azul, para lidiar con un montón de cuadrillas de temporeros en pueblos de una calle. Sé que a esos pueblos les di más vidilla que el “Hola!” y el “Sálvame” juntos.

El pobre tiene 3 rojos sutilmente diferentes, de cuando el idiota ese no miraba y nos piñó en la rotonda, o cuando una petarda con el móvil nos arreó por detrás y también cuando se me movía la columna de mi garaje y le dio por atacarnos por todo el lateral.

Con él he descubierto que cuando el panel de control dice que quedan 0 km de combustible, en realidad quedan por lo menos 15 km y un poco más si (afortunadamente) la gasolinera está al final de la cuesta abajo.

(Un poquito antes de cumplir los 400 mil)

Meter el carrito de mi hija por primera vez fue desesperante y montar la sillita… algo que diez años después aún no entiendo cómo se ha conseguido hacer. El que no haya escuchado un millón de veces el cantajuegos, pocoyó o a pepa pig no se ha ganado un pedacito de cielo.

Ha vivido conmigo cada ida y venida a muchos de mis trabajos, con el volumen de la radio a tope y oyéndome cantar a grito pelao la mayoría de las canciones (no te quiero ni contar desde que he conectado Spotify y me paso el viaje con la misma canción en modo “repeat”)

También ha vivido esas situaciones en las que no sabes muy bien cómo ni por qué pero una cosa lleva a la otra… y sois 10 dentro y que nos quiten lo bailao.

Mi coche no avisa con pi pi pi pis ni po po po pos ni mantiene sostenida la velocidad, no te asiste al aparcar ni te avisa amablemente de que entras en reserva, solo sigue teniendo esos amortiguadores que hacen tan fiable su comportamiento en curvas;  esa forma exacta de transmitir a la rueda cualquier variación del volante; sigue saliendo aire caliente cuando hace frío y aire frío cuando hace calor y sí, cuando aparco, me ayuda a estar fina de oído y a saber lo que son 20 cm… con precisión.

Realmente puede que sea verdad que mi coche no es aparentemente adecuado para mi cargo, pero pensándolo bien… estoy convencida de que dentro de “ese mundo” yo tampoco soy aparentemente adecuada para ningún cargo, y mola 🙂

Arantza.

LLORAR EN EL TRABAJO

Hace un tiempo una colaboradora se fue a casa llorando. La impotencia y frustración de una situación laboral le desbordaron los sentimientos. Luego me escribió esto: “Me da rabia ponerme “así” pero es que no puedo controlarlo, tendré que trabajarlo”. Mi contestación (y la mantengo para todo el que la necesite) fue: “No sé cómo es ponerse “así”, solo sé que las personas pasionales y que se implican y lo dan todo, SIENTEN las cosas, y esas son las personas que CUENTAN.”

La mayoría de las mujeres a las que admiro personal y/o profesionalmente han llorado en el trabajo (o por trabajo) en algún momento. Muchos hombres que admiro también.

Yo he llorado muchas veces, es una forma rapidísima de sacar tensión del cuerpo y limpiar la mente para acto seguido, poder tomar decisiones mucho más racionales. Es verdad que con el tiempo y la experiencia multitud de situaciones y multitud de comportamientos ya son “viejos conocidos” con lo que te impactan mucho menos.

Para los problemas del trabajo adquieres experiencia con diferentes vías de actuación; para los comportamientos aprendes que la forma de expresarse de los demás, pues eso, es suya y no tiene que ver contigo, sino con ellos.

Al principio de mi carrera lloré por desbordamiento, de repente estás con tres frentes abiertos y un director pidiendo resultados o explicaciones… y también por orgullo, cuesta aceptar las primeras críticas.

En otras ocasiones, muchas, ha sido por rabia al no prever algo que después me parecía “obvio” o dejar escapar oportunidades o no haberme atrevido a levantar la mano y decir: «¡Yo!».

Más adelante vinieron las veces en las que lloré por frustración, por no poder desarrollar el proyecto como se debería por politiqueos o mala gestión de dirección.

En las épocas de ERES y ERTES lloré de impotencia, es durísimo despedir a grandes profesionales e intentar transmitir que esto no tiene nada que ver con su valía profesional ni personal.

En las ocasiones en las que me ha tocado desvincular a una persona del equipo por otros motivos, he llorado al sentir que fracasaba como líder.

En la pandemia lloré de agotamiento, puro cansancio físico y mental.

Y un dato curioso: hay un llanto característico que me ha acompañado en toda mi vida profesional y en todas las empresas en las que he estado. En todas y cada una de ellas he LLORADO DE LA RISA.

¡Esos momentos no tienen precio!

Si como yo has llorado porque eres pasión en tu vida y en tu trabajo, ni un átomo de culpa al respecto, levanta esa cabeza y sonríe con orgullo, porque quién siente las lágrimas… siente una buena carcajada.

Arantza.

SABER EL POR QUÉ… ¡SÍ IMPORTA!

Estos días he vivido dos situaciones que demuestran lo necesario que es para las personas entender el por qué de las normas, aunque estas sean puro sentido común, de obligado cumplimiento o simplemente necesarias para el correcto funcionamiento.

La primera que os quiero contar me pasó ayer en una tienda. En la entrada había unos carteles muy pequeñitos con un montón de texto que evidentemente no te daba tiempo a leer de forma fácil, y nada más entrar la cajera, desde una distancia razonable, levantaba la voz para decirme: “¡Por favor! Tiene que coger una cesta.” Yo pensé que iba a comprar unos bolis y no necesitaba una cesta, pero la dependienta insistía a viva voz: “Señora, que debe coger una cesta, es obligatorio” la cogí más que nada para que dejara de gritar desde la otra punta pero no con agrado ya que para unos bolis ¿por qué adquirir el riesgo de tocar una cesta de un local?.

Mientras estaba buscando los famosos bolis, no dejó de entrar gente y se repitió exactamente la misma escena de la dependienta gritando que cogieran una cesta a cada uno de los que entraba, y en ocasiones esto se convertía en casi una conversación, desde el típico “es que solo vengo a mirar” a “no necesito cesta, ya tengo una bolsa”. Los cuartos en llegar después de mí fue una pareja y la misma historia, solo que esta vez: “Por favor, tienen que coger una cesta cada uno, una cesta cada uno, ¡es obligatorio!” la cara de la pareja era un show, hasta que por fin lo entendieron ellos… y yo: “por favor, señores, deben coger una cesta cada uno porque así CONTROLAMOS EL AFORO. Una Cesta por Persona

Acabáramos, ya todo tiene sentido y digo yo, ¿no hubiera sido inmensamente más fácil poner varios carteles BIEN GRANDES que digan algo así como: “ CONTROL DE AFORO: 1 CESTA x PERSONA” para que al menos los que intentamos leer los carteles que hay a la entrada de las tiendas podamos hacerlo directamente, y punto 2, para los que van como una moto, la chica encargada de desgañitarse la voz podría cambiar la estrategia y explicar el por qué en cuanto intente pasar alguien sin cesta en vez de solamente repetir la norma (sin éxito, visto lo visto)?.

La verdad es que pensaba comentárselo al pagar, porque me parece que estar así toda la jornada laboral debe ser agotador y muy frustrante, el problema es que debido a que esta persona atendía la caja pero utilizaba más tiempo en asegurar que todo el mundo que entrara cogiera una cesa, la cola para pagar era enorme, y total yo solo quería unos bolis que lo mismo me daba comprarlos  en esa tienda que en la de un poco más allá, así que me fui sin comprarlos.

La segunda situación es mucho más corta de explicar y mucho más visual.

Los dos carteles que veis justo debajo de este parrafo están en un cuarto de baño de una gran empresa de la provincia de Valencia. ¿cuál de los dos carteles creéis que es más efectivo? Por supuesto que yo voto por el nº 2 ¡sin dudarlo! Además de explicar el por qué, lo hacen con sentido del humor, y todos sabemos que con una sonrisa todo se lleva mucho mejor, incluso cumplir normas 😉

Por último, si no puedes explicar el por qué (o es tan obvio que vamos…) siempre es buena idea intentar asegurar que se entienden claramente las consecuencias del incumplimiento:

LOS QUE SE QUEDAN.

 Un día estás en tu puesto de trabajo y al siguiente no. Porque te han despedido.

Hay personas que lo esperan o se sorprenden o  no dan crédito, otras se ofenden o se enfadan o enmudecen o gritan, y algunas lo buscan.

A diferencia de una salida voluntaria, que lleva aparejado una elección propia del individuo y habitualmente un periodo de desenganche, un despido es un cambio realmente brusco y drástico en la vida que hace aflorar todo un mundo de sentimientos, gran cantidad de incógnitas sobre el futuro y preocupación inmediata por el nuevo presente.

Existen multitud de blogs, artículos, vídeos y libros tratando el tema: cómo afrontarlo, qué hacer y qué no, cómo reciclarse o formarse para ser experto, qué  esperar y cómo actuar al respecto a los 20, los 30, los 40, los 50, los 60 años… tantos “remedios” como profesionales en activo, porque cada uno somos únicos y nuestra forma de sobrellevar los reveses de la vida, pues también es única.

A grandes rasgos, nuestro trabajo se divide en dos facetas: el desempeño profesional (lo bien que hacemos nuestro trabajo medido de forma objetiva) y la percepción que tiene nuestro empleador sobre nosotros. La primera faceta casi siempre está en nuestras manos, la segunda casi siempre no. Quitando situaciones de ERE o similares (con un gran número de despidos involucrados) los despedidos “unipersonales” que yo he presenciado han sido en su mayoría por temas subjetivos, por percepciones, porque nuestra vida es emocional las 24h del día.

Sí, sí, la vida de todas las personas contiene y se mueve por emociones en cada momento del día, así que un despido tiene un gran impacto emocional en la persona que se va… y en todos los que se quedan.

¿Y qué pasa con los que se quedan?

Pues así a bocajarro y de primeras, nada más suceder, un despido lo que trae aparejado es una bajada brutal de la productividad. A la persona despedida la deja en shock, y es normal, todos lo entendemos como legítimo, pero créeme, a los de alrededor les pasa lo mismo, cuando más cercano más shock, y como el mundo laboral inmediato no tenía previsto que echaran a un compañero, pues no se detiene para dar un respiro y encajar un río de emociones no habituales en un entorno de trabajo.

¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? Peeeerooooooo… igual que se lo pregunta el protagonista, también lo hace su entorno, intentar procesar y asimilar situaciones no previstas es inherente al ser humano y consume muchos recursos de nuestro cerebro, además de facilitar con un motivo “de peso” el deporte nacional: Radio Patio.

La incertidumbre llega también casi en seguida: cómo va a afectar su marcha, quién va a hacer su trabajo de forma inmediata, quién será su sustituto… ¿cómo encajará? ¿qué tipo de persona será? ¿qué línea de trabajo querrá llevar? En caso de que sea tu responsable quién ya no está, la sensación de un cierto desamparo también cae como una losa.

La organización puede ayudar a minimizar todo este proceso, con soluciones más rústicas – quién no ha visto u oído hablar de los famosos despidos del viernes por la tarde, para pasar el trago en casa durante el fin de semana – o cuidando detalles para minorar la incertidumbre y asegurar la continuidad de los proyectos.

En cualquier caso, los que se quedan, los que nos quedamos, también pasamos por nuestro proceso de luto, de entendimiento y asimilación. Negarlo, obviarlo, solo hace que sea más lento, que nos repercuta más.

Aunque es cierto que lo único que permanece es el cambio, eso no significa que seamos impasibles a sus consecuencias. Sentir dolor por la separación es tan loable y necesario como alegrarnos y celebrar los logros. En ambos casos confirmamos que además de nuestro cerebro, también están trabajando nuestra pasión y nuestro corazón.

Arantza.

Este artículo está dedicado a Salva Climent (LinkedIn) porque haces que el trabajo y la vida sean MEJOR, en mayúsculas;  y a Gloria Cuadros y César Camarasa, por permitir a vuestros corazones confiar y encariñarse de nuevo, a pesar de todo.

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ESPOSA DE, HIJA DE, HERMANA DE, MADRE DE.

Ir en invierno a un apartamento vacacional en la costa siempre mezcla una sensación de añoranza por los recuerdos del verano pasado y de cosquilleo en la espalda al ver de nuevo el sol, la arena y el mar tan juntitos y tan a mano, casi rozando el nuevo verano.

Además de suspirar por el buen tiempo que ya llega, en este mismo apartamento casi siempre encuentras las mismas cosas: algunos juegos de mesa analógicos de toda la vida (como dirían los entendidos en tendencias: juegos vintage) vamos, una baraja española, un parchís con oca detrás, unos dados con su cubilete y en el mejor de los casos un ajedrez de los magnéticos, y cómo no, 8 o 9 revistas con sus buenos 6 meses de antigüedad (la más nueva).

Desayunando en modo vacaciones en la terraza, con el mar enfrente y un par de horas por delante para gandulear perezosamente, cojo la primera revista  del montón y ¡qué suerte! Es el número 1599 de XL Semanal de mitad de Junio de 2018 y encima en la portada el Festival de Teatro Clásico de Mérida y cuatro entrevistas a cuatro actores de raza… ¡Perfecto! Pienso mientras me sirvo el segundo café con leche.

Comienzo con la primera entrevista a Rafael Álvarez, “El Brujo” y luego continúo con la de Raúl Arévalo y con la tranquilidad, la lectura, el sol… vuelve esa sensación tan de vacaciones  de que el tiempo se ralentiza y se acompasa al ritmo relajado,  y paso a la tercera entrevista a Magüi Mira, que además es de La Terreta pero espera, que lo que estoy leyendo pues no me cuadra, no sé muy bien qué es pero hay  algo raro… voy a leerme la introducción de la siguiente a ver si es que me he despistado tanto pensar en el veranito… pues no, la de Pepe Viyuela es también interesante y parecida a las dos primeras, en las tres hablan de los tres actores y de sus logros o características interesantes de su vida. Ai, ai, ai…

En la intro de Magüi sin embargo habla de… de… mejor lo trascribo, a ver si también a ti te da calambre en la conciencia. Aviso de spoiler: pistas en negrita.

“Actriz de carácter, Magüi Mira (Valencia, 1944) está muy comprometida con la igualdad de género y elige cuidadosamente las obras en las que se embarca.  Hermana del cineasta Carles Mira, se casó con el dramaturgo José Sanchis Sinisterra, con quien tuvo dos hijas. Magüi Mira ahora comparte vida y proyectos con su segundo marido, el también dramaturgo Emilio Hernández Soriano.”

Y yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa. Esa es toda la introducción sobre Magüi como (en este caso) directora de una de las obras que se representan en el festival.

Así de primeras a mi cabeza vienen rápido dos pensamientos. El primero: “Arantza, podría ser peor, podría no haber ninguna mujer entrevistada” y el segundo: “Bueno, por lo menos ha sido leerlo y chocar a bocajarro contra el lóbulo frontal de tu cerebro, algo hemos avanzado”, aunque poco a poco el buerrollito de la mañana se escapa por el balcón porque se me frunce el ceño y la sensación es como si me estuvieran timando en parte, como si me la quisieran colar: que sacamos a la Magüi porque además de un carácter del copón, tiene pedigrí acreditado con hermano y dos maridos del gremio… algo sabrá.

Brrrrr, más que escalofríos me entran escalocalientes porque para mí las mujeres de las generaciones próximas a ella (y entre las que incluyo a mi madre y sus amigas), creo que no lo han tenido nada fácil para trabajar y sobresalir en el mundo profesional, por supuesto que muchas son /han sido trabajadoras, ¡claro!, pero la sensación es que para ellas trabajar está bien y es un deber (¿no queríais igualdad?) y además qué necesario para la familia es ese sueldo, pero siempre y cuando no destaquen demasiado, no molesten, no traspasen ninguna raya convencional ni quieran salirse del tiesto. Mucho sudor, muchas lágrimas y mucha frustración se han quedado en el camino para contentarnos con ser solo hijas, madres, esposas y hermanas. Porque sí lo somos, somos hijas de, madres de, hermanas de, esposas de… y somos otras mil facetas más que seguro son más interesantes para destacar en una entrevista sobre el trabajo.

Me alegra y enorgullece poder decir que yo también soy MADRE DE mi hija, HIJA DE mis padres, ESPOSA DE mi pareja, HERMANA DE mi hermano y que evidentemente todos ellos han contribuido a que yo sea la persona que soy. Me alegra y enorgullece saber que están ahí formando parte de mi vida sin necesidad de tener que pedirles cartas de presentación ni permisos.

Estoy segura de que dentro de unos años, cuando Ela haya crecido un poco más, tendré serias dificultades para explicarle este artículo, igual que hoy no entiende muy bien por qué vamos a la manifestación del 8 de Marzo, porque para ella simplemente no hay brecha, no hay nada que no pueda hacer, lo tienen totalmente interiorizado y sólo ve ciertas cosas que prefiere no hacer. Que ella y todas sus amigas y amigos no entiendan el por qué de las reivindicaciones del Día Internacional de la Mujer Trabajadora  es la mayor fuente de esperanza hacia un futuro donde las personas podamos comprendernos mejor las unas a las otras.

Pensar en mi hija y sus amigas y la garra, felicidad y firmeza que proyectan porque para ellas todo es posible, hace que el ceño fruncido se convierta en una sonrisa y el buenrrollito playero vuelve a entrar por el balcón mientras le doy otro sorbo al café y pienso que éste es un buen tema para el blog… y vuelvo a la revista porque  no tengo ni idea de la vida personal de esta señora en concreto… ni de los otros tres actores del artículo, y la verdad que así está bien, que ya voy bien con intentar llevar la mía y compartir la de mis amigas y amigos.

Arantza. Familysupplychain.com

El artículo en cuestión de XL Semanal: Festival de Teatro de Mérida

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