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Family Supply Chain

Lo que una excel no puede contarte

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400.000 km

Y un poco más son los kilómetros de mi coche ahora mismo.

Hace un tiempo (cuando íbamos por trescientos y muchos mil) hablábamos de la importancia de las apariencias y la presencia en el trabajo. Que en teoría podemos opinar y vestir y actuar como nos venga en gana pero que también tenemos muchos prejuicios y costumbres muy arraigadas, y en ciertos puestos, se esperan ciertos comportamientos y una cierta uniformidad.

Alguien comentó que, por ejemplo, mi coche no era “aparentemente adecuado” para mi cargo. A mí me sorprendió, entiendo hasta cierto punto el tema de la indumentaria e intento estar dentro de ese estándar , pero ¿el coche también?

Quizás sí, visto desde fuera el coche es una carreta: un Mazda 3 con 17 años y 400.000 km. Aún así, yo quiero compartir qué significa para mí.

Recuerdo el día que lo fuimos a comprar de 2ª mano y en Barcelona, vimos el anuncio un viernes por la noche y apalabramos ir a por él al día siguiente. Qué risas para conseguir sacar todo el dinero en cajeros en unas horas.

Vivendo en Valencia, con familia en Bilbao, y León, hemos recorrido (más de una y más de 10 veces) media España en un fin de semana.

Con él he hecho varios viajes a la Castilla profunda, una mujer en un coche rojo, con el pelo de azul, para lidiar con un montón de cuadrillas de temporeros en pueblos de una calle. Sé que a esos pueblos les di más vidilla que el “Hola!” y el “Sálvame” juntos.

El pobre tiene 3 rojos sutilmente diferentes, de cuando el idiota ese no miraba y nos piñó en la rotonda, o cuando una petarda con el móvil nos arreó por detrás y también cuando se me movía la columna de mi garaje y le dio por atacarnos por todo el lateral.

Con él he descubierto que cuando el panel de control dice que quedan 0 km de combustible, en realidad quedan por lo menos 15 km y un poco más si (afortunadamente) la gasolinera está al final de la cuesta abajo.

(Un poquito antes de cumplir los 400 mil)

Meter el carrito de mi hija por primera vez fue desesperante y montar la sillita… algo que diez años después aún no entiendo cómo se ha conseguido hacer. El que no haya escuchado un millón de veces el cantajuegos, pocoyó o a pepa pig no se ha ganado un pedacito de cielo.

Ha vivido conmigo cada ida y venida a muchos de mis trabajos, con el volumen de la radio a tope y oyéndome cantar a grito pelao la mayoría de las canciones (no te quiero ni contar desde que he conectado Spotify y me paso el viaje con la misma canción en modo “repeat”)

También ha vivido esas situaciones en las que no sabes muy bien cómo ni por qué pero una cosa lleva a la otra… y sois 10 dentro y que nos quiten lo bailao.

Mi coche no avisa con pi pi pi pis ni po po po pos ni mantiene sostenida la velocidad, no te asiste al aparcar ni te avisa amablemente de que entras en reserva, solo sigue teniendo esos amortiguadores que hacen tan fiable su comportamiento en curvas;  esa forma exacta de transmitir a la rueda cualquier variación del volante; sigue saliendo aire caliente cuando hace frío y aire frío cuando hace calor y sí, cuando aparco, me ayuda a estar fina de oído y a saber lo que son 20 cm… con precisión.

Realmente puede que sea verdad que mi coche no es aparentemente adecuado para mi cargo, pero pensándolo bien… estoy convencida de que dentro de “ese mundo” yo tampoco soy aparentemente adecuada para ningún cargo, y mola 🙂

Arantza.

LLORAR EN EL TRABAJO

Hace un tiempo una colaboradora se fue a casa llorando. La impotencia y frustración de una situación laboral le desbordaron los sentimientos. Luego me escribió esto: “Me da rabia ponerme “así” pero es que no puedo controlarlo, tendré que trabajarlo”. Mi contestación (y la mantengo para todo el que la necesite) fue: “No sé cómo es ponerse “así”, solo sé que las personas pasionales y que se implican y lo dan todo, SIENTEN las cosas, y esas son las personas que CUENTAN.”

La mayoría de las mujeres a las que admiro personal y/o profesionalmente han llorado en el trabajo (o por trabajo) en algún momento. Muchos hombres que admiro también.

Yo he llorado muchas veces, es una forma rapidísima de sacar tensión del cuerpo y limpiar la mente para acto seguido, poder tomar decisiones mucho más racionales. Es verdad que con el tiempo y la experiencia multitud de situaciones y multitud de comportamientos ya son “viejos conocidos” con lo que te impactan mucho menos.

Para los problemas del trabajo adquieres experiencia con diferentes vías de actuación; para los comportamientos aprendes que la forma de expresarse de los demás, pues eso, es suya y no tiene que ver contigo, sino con ellos.

Al principio de mi carrera lloré por desbordamiento, de repente estás con tres frentes abiertos y un director pidiendo resultados o explicaciones… y también por orgullo, cuesta aceptar las primeras críticas.

En otras ocasiones, muchas, ha sido por rabia al no prever algo que después me parecía “obvio” o dejar escapar oportunidades o no haberme atrevido a levantar la mano y decir: «¡Yo!».

Más adelante vinieron las veces en las que lloré por frustración, por no poder desarrollar el proyecto como se debería por politiqueos o mala gestión de dirección.

En las épocas de ERES y ERTES lloré de impotencia, es durísimo despedir a grandes profesionales e intentar transmitir que esto no tiene nada que ver con su valía profesional ni personal.

En las ocasiones en las que me ha tocado desvincular a una persona del equipo por otros motivos, he llorado al sentir que fracasaba como líder.

En la pandemia lloré de agotamiento, puro cansancio físico y mental.

Y un dato curioso: hay un llanto característico que me ha acompañado en toda mi vida profesional y en todas las empresas en las que he estado. En todas y cada una de ellas he LLORADO DE LA RISA.

¡Esos momentos no tienen precio!

Si como yo has llorado porque eres pasión en tu vida y en tu trabajo, ni un átomo de culpa al respecto, levanta esa cabeza y sonríe con orgullo, porque quién siente las lágrimas… siente una buena carcajada.

Arantza.

EL PODER DE QUERER


Ellas tienen 9 años. Una vive en Madrid y otra en Valencia y son tan amigas que se han convertido en primas “de corazón” (todo el mundo sabe que la Familia de Corazón es aquella que eliges para que forme parte de tu familia, más allá de tu familia)

Se conocen desde que nacieron y se ven con bastante frecuencia, salvo este año extraño que ha hecho que haya pasado “uuuffff” de tiempo sin verse.
En el reencuentro risas, nervios y cuchicheos y tras un rato vienen contentas y gritando alborotadas:

– Mamá, “tía”, ¡¡hemos crecido iguales!! Mira, si yo me pongo de puntillas somos iguales de altura, y si ella gira la cabeza hacia atrás, tenemos el pelo igual de largo, y si a mí me da más el sol, se me pone el pelo más amarillo como a ella y si ella se lo peina fuerte, se le queda liso como el mío… ¿no es increíble? 🙂

No es increíble chicas, es QUERER que sucedan las cosas.

En el mundo laboral pasa exactamente lo mismo. Los nuevos proyectos, los nuevos retos, no pueden basarse en el empuje de una sola persona, la empresa no puede permitirse optar solo a una idea cuándo esa idea puede ampliarse, mejorarse, hacerse mucho más cabal y con menos costes (y no sólo económicos) si el resto de profesionales aportan su visión. Cuanto más diferente y diversa es esa visión, más valor aporta. ¿Cuál es el primer paso?: QUERER.

Para acercar posturas en una negociación, hay que QUERER ver puntos en común.
Para sacar adelante un proyecto, hay que QUERER buscar soluciones.
Para aprender hay que QUERER entender que el error nos conduce a nuevos caminos.

Arantza.

ES HORA DE DECIR ADIÓS

Este texto está dedicado a todos mis compañeros del Grupo Alimentario Citrus, incluidos proveedores, transportistas y clientes.

Es hora de decir adiós, de guardar los bolis en el cajón y las anécdotas en el bolsillo.

Es hora de devolver el móvil, el cariño y el ordenador.

Es hora de encontrar compañeros comprometidos que adopten a mis cactus y los críen con valores, ética y un poco de agua.

Es hora de respirar y hacer balance de la experiencia, que once años dan para muchas lechuguitas calculadas, plantadas, peleadas… reídas a carcajadas.

Es hora de llorar un mar de lágrimas en la despedida, porque las etapas hay que cerrarlas por todo lo alto, con todos sus sentimientos.

Es hora de dejar de ser la veterana para pasar a ser la nueva.

Es hora de decir adiós para volver a decir ¡Hola! pero sobre todo, es hora de DAR LAS GRACIAS.

GRACIAS por lo que no se ve.

La vida la vivimos 24h al día y cada una de esas horas está enlazada con la anterior y la siguiente. Mi vida es un todo, no sé vivir varias vidas: la profesional, la personal, la familiar… sólo sé vivir una vida, la mía, la que lo contiene todo, y durante mi paso por GAC, en mi vida han pasado cosas maravillosas que hoy quiero compartir con vosotros, porque también sois parte intrínseca de ellas.

Así que GRACIAS por mi vida, más allá del trabajo.

¿Sabías qué…?

Firmé el contrato de GAC y el de la compra de mi casa con escasos días de diferencia. Podría decir que vivo en una casa construida en parte a base de lechugas.

Al de unos meses de estar en Verdifresh decidí que ya era hora de un cambio de look, y un lunes aparecí con el pelo largo totalmente teñido de azul eléctrico (ojo que eso era el año 2008, no el 2018). La cara de mis compis y jefes al verme la primera vez no tenía precio, pero la de los paisanos de las fincas que teníamos en Olmillos (localidad de Soria con 49 habitantes)… eso sí que era un poema 🙂

Casi todas las Nocheviejas las he pasado en León con la familia, y casi todos los 31 he estado colgada al teléfono por trabajo hasta las tantas, hasta el punto en alguna ocasión, de tener a todos esperando en la mesa para empezar a cenar, y recuerdo que la abuelita me decía: “Pero bueno hija… si ahora son fechas de comer bien de pescado y cordero, deja ya la berza para los animales”, yo siempre le daba un abrazo y le respondía lo mismo: “Abuelita, bien sabes tú que las lechugas no entienden de domingo ni fiestas de guardar. Anda, ¿o no trabajabas duro  tú de joven en el pueblo con los animales y el campo?” y después siempre llegaban los recuerdos de cuando era joven.

Madre mía cómo ayuda a relativizar poder escuchar la vida de nuestros abuelos. ¿Creo que mi vida es “dura” o “complicada”? Nada cómo escuchar historias de la Guerra… y la dureza y el hambre de la Postguerra.

Dentro de Verdifresh me hice amiga de Miguel Ángel y gracias a su cambio de trabajo a MAdagascar conocí (y conocimos) Acción Baobab, una ONGD con sede en Cartagena, y la inmensa labor que hacen con los niños en la Casa de los Niños en Antananarivo (la capital de la isla). Aprovechando que ese año yo era “filósofa” en GAC pusimos en marcha una rifa para una cesta de navidad… y año a año, eurito a eurito de cada uno de los trabajadores, les hemos donado 5.000 euros, que se dice rápido, pero es una cantidad de dinero que ayuda muchísimo a organizaciones tan pequeñitas como Acción Baobab,  pero de enorme impacto local. Ojalá de corazón la iniciativa siga manteniéndose por más años en GAC J y ojalá pueda crear y participar en algo parecido en mi nueva etapa.

¿Y sabías que…? La idea de crear este blog, familysupplychain, me vino trabajando, cuando reflexionaba sobre la importancia de las personas y el impacto de la actitud y de tooooda su vida sobre el día a día en el trabajo, hasta en las partes más técnicas, y pensé que era hora de otro cambio de look, pero este mental, y pasé de escribir un minitexto publicado en LinkedIn a tener dos blogs, comenzar con las charlas, clases en escuelas de negocios… qué productivas nos volvemos las personas cuando sabemos lo que queremos conseguir.

Dejo para el final MI PRINCIPAL EXPERIENCIA, así con mayúsculas, que es haberme convertido en MAMÁ.

Ser madre es la experiencia más reveladora, flipante, agotadora, sentimental, provocadora, amorosa, desquiciante, divertida, desafiante y espiritual que he tenido (y casi sin duda tendré) en mi vida. He aprendido tanto y tan intensamente en todos los ámbitos con la maternidad, que a veces pienso que debería hasta cambiarme el nombre de lo distinta que soy.

Recuerdo la intensidad del trabajo y que el ardor no me daba ni un respiro y sólo se me pasaba bebiendo a sorbos leche fría, y los cabreos que cogía cada vez que algún compañero sacaba la lecha de la nevera y la dejaba fuera. También recuerdo no haber necesitado ni un día de baja y salir de cuentas trabajando en la empresa. Si ambos (la empresa y yo) somos flexibles con los horarios y visitas médicas, ambos podemos aprovecharnos de lo mejor de nosotros mismos.

Recuerdo con angustia la vuelta del descanso por maternidad, la ansiedad, el agotamiento y la desesperación porque la niña no comía nada mientras yo estaba en el trabajo y la sensación de culpa por no estar con ella.

Recuerdo somatizar todo ese estrés con un dermografismo tremendo por toda la piel y lo que vino unos meses después… que es uno de los grandes aprendizajes y saltos en mi vida, sobre todo la profesional: “A tres metros de altura sobre las decisiones”. Ahora miro atrás y estoy muy agradecida por haber vivido esa experiencia, pese al coste.

En GAC también he vivido la experiencia de ser mamá trabajadora a través (y junto con) muchas de mis compañeras y alguno de mis compañeros. Ha sido muy largo y complejo el proceso de entender que nosotros mismos somos los mayores ladrones de nuestro tiempo, y necesité un toque de atención para entender que la única que debía autoexigirse sobre el tiempo que dedico a unas cosas u otras en mi vida soy yo, y solo yo.

Ya estaba bien de quejarse sobre “la conciliación en España” y empezar a gestionar de forma responsable y activa mi INTEGRACIÓN de las distintas facetas de mi vida en tiempo y forma. De esta manera comencé mi etapa laboral con una reducción de jornada para el cuidado de mi hija, y la vida (toda ella, pero sobre todo la profesional) se volvió más brillante, intensa, activa y creativa.

Así que GRACIAS por estos once años y pico de experiencias, aprendizajes, dolor, risas, exigencia, amigos, madurez…

Es hora de decir adiós, es verdad, pero me guardo un as en la manga, el comodín del público y la llamada extra, porque yo me voy pero sigo aquí, y espero que tú también.

Con cariño,

Arantza.

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LAS ESPIRALES DEL CAOS

Hace unos meses tuve una larga charla con una compañera del sector. Me contaba cómo había funcionado el lanzamiento de un nuevo proyecto, y aunque  había sido un éxito hacia el cliente,  la mayor parte de la conversación estaba centrada en detalles muy concretos que habían generado una tensión tal, que por momentos mi compi pensaba  que se les iba el proyecto a pique.

Lo curioso del caso, es que dentro del proyecto, ninguna de las partes por separado implicaba un nivel superior de conocimientos o tecnología que no hubieran utilizado ya. Todo era teoría conocida. Y aun así, a la hora de la verdad, en la práctica, entraron de lleno en una espiral de caos.

¿Qué es para mí una espiral de caos? Pues la espiral del caos es un momento en el que pese a estar tratando con conceptos sencillos (información, niveles de comunicación, skateholders, procedimientos…) que se creían totalmente OK y que además no son nuevos y están incorporados a la rutina de trabajo, cuando se ensamblan juntos se crea de repente un follón que crece “de la nada” y se convierte en un tifón de fuerza 5. Para más inri, normalmente esto sucede un viernes a última hora, o en Agosto, cuando la mitad de las personas del mundo están de vacaciones, o en el previo a un festivo…. Y no es casualidad.

En este caso concreto, el producto estaba fabricado con tecnología totalmente conocida y utilizada a diario; el cliente era nuevo, pero con unos canales de comunicación estándares, las personas implicadas eran especialistas en su área de conocimiento y además era un proyecto prioritario para la compañía.

Si “lo tenían todo”… ¿qué es lo que no salió bien para incluso  llegar a plantearse que no salvaban la primera entrega? En este punto, y después de unas horas hablando y profundizando sobre el tema, su  conclusión fue que dieron por supuesto muchos pequeños detalles.

Nada más. Y nada menos.

A posteriori vio que trabajaron con exceso de confianza y subestimaron la importancia de tener realmente maduros los procesos en su conjunto. Sobre el papel, se conocían todos los pasos, ¿qué podía pasar? Pues… todo.

Dieron por sentado que todos entendían lo mismo cuando describían las partes del proyecto, que todo el mundo conocía y dominaba su parcela de gestión… y que sabía cuál era exactamente su parcela de gestión. No previeron tiempos “extra” para posibles imprevistos ni se dieron el tiempo a ellos mismos, no tuvieron en cuenta que lo más delicado de un proyecto es el ensamblaje de las diferentes partes, pensaron que todos tenían claros los límites de cada área (total, esto es “más de lo mismo”). Trabajaron a la vez y en el mismo proyecto, pero no consiguieron trabajar en equipo. Dieron por supuesto que había un líder y  una línea de trabajo estable… y el día que todo debía fluir, lo que llegó fue un tsunami y entraron en una espiral de caos.

Afortunadamente, uno de los fuertes absolutos de ese equipo es solucionar problemas, así que esta historia tiene final feliz, con una primera entrega impecable cara al cliente, pero todo el que ha vivido ese momento tsunami, sabe el esfuerzo titánico que hace falta para reconducir la situación.

Una vez dentro de una espiral del caos, sólo hay un camino posible, “echarle músculo” inmediato a la situación para contenerla  (más horas, más recursos) y con suerte, aprender mucho de ella.

Arantza Bárcena. The family supply chain.

CREER, CONFIAR, DELEGAR

Todo el mundo habla de delegar en el trabajo, pero delegar es algo bastante difícil y no es banal.

Por un lado, es imposible ser mando intermedio (y mucho menos directivo) si no somos capaces de delegar, es algo intrínseco a un puesto de una cierta entidad (aunque no se tengan colaboradores directos) y un hecho consumado porque, por muchísima capacidad de trabajo que tengamos, al final cada uno de nosotros está restringido (máximo) a: 24h al día, dos oídos para escuchar, dos ojos para ver, dos manos para actuar, dos piernas para desplazarse, una boca para hablar, un cerebro para pensar y coordinar todo lo demás, y una única percepción del mundo. ¿Por qué describo algo tal trivial? Pues porque realmente cuando gestionas un puesto intermedio o directivo… ¡son muy pocos recursos si quieres hacerlo todo!

Mi sensación es que, al menos los que hemos estudiado carreras STEM en España, aprendemos durante años a trabajar con números, datos, problemas complejos, árboles de decisión, procesos etc, pero salimos con muy pocos conocimientos de gestión de personas. El que vaya a contestar a esto diciendo que este tema se “aprende” con las decenas de trabajos que hay que exponer en grupo, por favor, que no pierda el tiempo, eso nos hace practicar para aprender a trabajar en grupo, y ya os confirmo que del “grupo” al “equipo” hay una galaxia de distancia. Es verdad que cuando haces un posgrado, trabajar casos prácticos en grupo  y hacer role-playing te ayudan (esta vez sí), a entender y practicar el trabajo en equipo. Pero delegar es otra cosa.

Debo confesar que delegar me parece una de los procesos más difíciles de realizar y que se requiere práctica, autoconocimiento y autocontrol, porque si tienes un perfil técnico en el fondo (siendo honesto contigo mismo) crees que la mejor persona para hacer exactamente eso que has pensado o diseñado… eres tú y sólo tú mismo.

Aquí es donde entra el primer aspecto fundamental: LA CONFIANZA

Mi experiencia, nada reglada pero 100% empírica, me hace llegar a la conclusión de que para poder delegar plenamente, lo que hacemos en realidad es un ejercicio de confianza. Confiar en que esa persona encontrará el camino adecuado, confiar en que tiene los conocimientos necesarios, confiar en su buen hacer , en que encontrará la forma de resolver los problemas que vayan apareciendo y que hablará contigo sobre lo que no ve claro o los posibles puntos débiles.

Pero, ¿cómo confiar en personas que “llegan a ti”? Habitualmente son personas que  no hemos elegido, muchas veces ni siquiera las conocemos en profundidad, puede que ni siquiera coincidamos en los métodos de trabajo o que personalmente no tengamos nada en común más que el trabajo. No son tu novio, ni tu mejor amigo. Sin embargo, vamos a confiar a ellos nuestro éxito laboral.

¿Cómo? Siendo CREYENTE.

Es necesario creer. Creer en nuestra empresa, en sus valores para contratar a las personas adecuadas, CREER EN EL PROYECTO, creer en el criterio de la persona que – a su vez – ha delegado en nosotros, que ha confiado en nosotros. Es hacer un acto de fe hacia el sistema que hemos elegido para desarrollarnos profesionalmente. O nos creemos nuestro trabajo (nuestro proyecto) y confiamos en el resto, o como dicen en mi pueblo, a ver cómo “vendemos la burra» al que lo tiene que hacer por nosotros. Al fin y al cabo eso es delegar.

Por último un consejo, hacérnoslo mirar: Cuando fracasa un trabajo que hemos delegado dejemos las excusas porque  el máximo responsable del fracaso somos nosotros. Dejemos de pensar en “culpables” y hagamos revisión interna:

¿Hemos comunicado de una forma eficaz el mensaje? ¡El mensaje sólo es válido si el RECEPTOR lo entiende! ¿Hemos supervisados los hitos en tiempo y forma? ¿Hemos atendido las dudas que surgen? Pero no las que nosotros creemos, sino las que los demás exponen.  ¿Les hemos dado tiempo y espacio para explicar los “contras” y las posibles soluciones?. ¿Hemos ayudado a resolver los problemas que no saben/pueden resolver las personas en las que hemos delegado?

Delegar, como también dirían en mi pueblo, no es endiñar el marrón a otro.

Arantza Bárcena. The family supply chain.

 

 

«Su amor no era sencillo». Dónde buscar las soluciones de la Cadena de Suministro.

Desde que lo leí por primera vez hace muuuucho tiempo, este poema se quedó conmigo y me ha acompañado en el camino. Ahora, retrospectivamente y salvando las distancias, me recuerda a muchas situaciones de nuestro día a día en Cadena de Suministro:

Los detuvieron por atentado al pudor. 
Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse. 
En realidad, su amor no era sencillo.
El padecía claustrofobia, y ella, agorafobia.
Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales.
                      Mario Benedetti (Despistes y Franquezas, 1989).

Cuando crees que has encontrado una solución “estupenda” a un problema difícil, resulta que es ilegal por cierta normativa que ni sabías que se aplicaría en ese caso.

Encontrar soluciones adecuadas a los desafíos en Cadena de Suministro exige creatividad y rapidez de acción, pero lo que realmente marca la diferencia es encontrar la solución esférica, esa que, la mire quién la mire y la mires por dónde la mires… soluciona el problema.

La solución a un problema complejo nunca puede llegar de la incomunicación y el departamentalismo porque habitualmente, LA SOLUCIÓN, la buena con mayúsculas, nunca implica a una sola persona ni a un solo departamento.

¿Y dónde encuentro yo esa solución perfecta?

Pues en la calle.

Sí, en “la calle”: en mis compañeros de trabajo, escuchando su experiencia; en mi competencia, observando sus pasos; en mis jefes y en los jefes de mis jefes, adecuándola a nuestra estrategia; en mis clientes: las unidades productivas y en sus clientes, los usuarios de los productos; en mis amigos: ¿quién no se ha “iluminado” alguna vez tomando algo con los amigos?; en mi red de contactos, valorando opciones, leyendo artículos…

Arantza Bárcena. The family supply chain.

La importancia de tener raíces. Saltar con red en la empresa.

    “There are only two lasting bequests we can hope to give our children. One of these is roots; the other, wings”.   Hodding Carter

El otro día salí con unos amigos de toda la vida. A unos hacía semanas que no veía, a otros meses y a algunos incluso años, pero no importó. No importó nada.

Nosotros pasamos la adolescencia en los 80’ y 90’, sin móviles ni internet, pero con muchas horas juntos de calle y de parque a nuestras espaldas. Muchas horas, una tras otra. Y eso une de una forma especial. Crea una especie de red que se mantiene en el tiempo, aunque nuestras vidas hayan tomado caminos más que diferentes, aunque nuestras ideas e ideales no se parezcan en nada.

Me doy cuenta que esa misma red es muy parecida a la que me une con mi familia. Yo tengo una familia lejana geográficamente hablando (León, Valencia, Bilbao, Mallorca…) pero sumamente cercana en el trato. Es como si atravesáramos un agujero de gusano, haciendo que el tiempo y la distancia se reduzcan a la mínima expresión cada vez que nos vemos.

Ahora entiendo que soy tan independiente solo porque sé que ellos siempre están ahí, porque cuando “salto”, siempre lo hago con red, con la confianza que me da saber que a mi vuelta mi familia y mis amigos están aquí, para mí. Ellos son mis raíces y se entrelazan para formar mi red. Cuanto más tupida es esa red, más lejos puedo saltar yo.

Dentro de ese círculo de confianza, cuando uno dice: “vamos”, la pregunta inmediata de los demás no es “¿a dónde?” o “¿por qué?”, sino “¿CUÁNDO?”. Confiamos en que sus intenciones son buenas, y entendemos que a veces las personas nos  equivocamos y cometemos errores. Y seguimos adelante.

A nivel profesional pienso que debería pasarnos algo parecido. En una empresa es cierto que hay una red jerárquica imprescindible y unos objetivos departamentales/de área propios, vamos, hay un trabajo que hacer, pero la empresa no vive sólo de eso.

Hay empresas en las que se generan multitud de proyectos que se ejecutan y salen adelante, y está  bien, todo es correcto. Pero hay empresas que realmente van un paso más allá. Son pequeños detalles que marcan las grandes diferencias. La mayoría de las ideas disruptivas que cambiarían el rumbo de una empresa, se ahogan antes incluso de darles una primera oportunidad.

¿Cómo aumentar la tasa de éxito de estas ideas?

Lo primero es tener raíces. Tener unos valores de empresa nítidos, conocidos y compartidos. Tener una visión inspiradora y una misión clara. Pero sobre todo, avalar los valores, la misión y la visión con hechos. Porque somos lo que hacemos. Las raíces siempre están, son sólidas, y lo mismo tiene que pasar con nuestros valores, visión y misión en la empresa.

Lo segundo es crear una red a base de confianza. Confianza en las personas como profesionales, confianza en los riesgos controlados, confianza en tener ciertos canales de comunicación alternativos donde directivos, mandos intermedios y técnicos pueden salir de su zona de confort avalados por la empresa. Confianza en que una idea que se estudia y finalmente no tiene la viabilidad necesaria, nunca es un fracaso.

 Todas las empresas tienen en su seno personas totalmente capaces y dispuestas a pensar ideas brillantes, pero pocas tienen las raíces adecuadas para generar la red de confianza necesaria para llevarlas a cabo y dejarlas volar alto.

Arantza Bárcena. The family supply chain.

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¿Formas parte de un buen equipo o de un EQUIPO EXCELENTE?

Incluso con poco rodaje, es fácil distinguir si se pertenece a un grupo o a un equipo.

 Un grupo es un conjunto de personas reunidas (eso sí, reuniones que no falten) o que tienen alguna característica en común. Un equipo es un grupo de personas que se organiza para realizar una actividad o trabajo.

Semejanzas:  las personas.

Diferencias: la organización y una meta común.

Cuando llevas algunos años con el mismo equipo (un grupo no dura mucho tiempo unido), es fácil distinguir entre un equipo y un buen equipo. En un buen equipo suele haber un ambiente positivo, bromas propias, y una especie de jerga particular: todos “hablan el mismo idioma”, todos conocen en mayor o menor profundidad el trabajo de los demás y se interesan genuinamente por él. Se comparten conocimientos (de Excel, del ERP, de gestión…) y además de tener una meta en común se tiene la sensación de formar parte de algo más completo.

 Lo que no es tan fácil es distinguir un buen equipo, de un equipo excelente.

Cuando las cosas van bien, las diferencias apenas son perceptibles; casi pasan inadvertidas. Pero cuando las cosas van mal, y no mal, tipo: “parece que tenemos un mal día”; sino mal, tipo: “tenemos un marrón con mayúsculas, negrita y subrayado: MARRÓN”; entonces sí es posible notar las diferencias.

La primera, es que “TU MARRÓN”, siempre y de forma natural, se convierte en “NUESTRO MARRÓN”, y eso no implica que los demás dejen de hacer su trabajo para focalizarse en el problema, pues sería desnudar a un santo para vestir a otro; significa que todo el equipo es consciente y está alerta para ser flexible, apoyar y amoldarse a nuevas situaciones si fuera necesario.

Notarás que el equipo es una piña, que va “todos a una como en Fuenteovejuna”, y nadie tiene que decirlo, porque en un equipo excelente es obvio.

 Un equipo excelente discute y debate las decisiones,a veces arduamente, y se centra en la mejor solución para el problema, no en quién la propone.

 Un equipo excelente gestiona las responsabilidades y la carga de trabajo de forma autónoma y acepta tener un líder natural, aunque puede tener otros líderes para proyectos o situaciones específicas. El liderazgo fluye en función de la aptitud y actitud de las personas del equipo y su conveniencia en cada situación.

Cuando el equipo acierta, los éxitos los materializará una persona en concreto, pero siempre recaen sobre la globalidad del equipo. En consecuencia, cuando alguien comete un error (y todos los cometemos, sin riesgos no hay cambios), pasan dos cosas:

  1. El equipo lo asume con celeridad: , nos hemos equivocado, ahora comprendamos por qué, busquemos una solución, mecanismos para que no vuelva a pasar e implementemos lo aprendido.
  2. El equipo sabe que una equivocación es una oportunidad para descubrir puntos débiles, revisar procesos y procedimientos e implementar mejoras… ¡y lo aprovecha!

En un buen equipo, se celebran los éxitos en común, en un equipo excelente los miembros celebran las mínimas mejoras de los peores momentos y se ríen a carcajadas en los momentos de mayor tensión.

 Las personas de un equipo excelente se sienten orgullosas de su equipo, y de las personas que lo componen. Ayudarse y motivarse para ser mejor equipo, mejores personas, también es una meta.

 Arantza Bárcena. The family supply chain.

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