Cuatro años después, ni siquiera recuerdo qué alimentos se le dan primero al bebé, ni en qué orden se van introduciendo,  ni en qué mes exactamente. Lo que sí recuerdo, mejor incluso que mi peli favorita, es la sensación de desbordamiento.

Ésta era yo hace poco más de 4 años…

 Yo, que tengo dos carreras, que hablo tres idiomas y chapurreo el valenciano, que más másteres te da la vida, y que me he  curtido en mil batallas…

Yo, que trabajo en la cadena de suministro con productos perecederos, que muevo camiones como canicas y consigo cuadrar el círculo para que todo llegue cuando debe…

Yo, que creo procesos y procedimientos, que los implanto, los superviso, los reinvento; y disfruto trabajando y aprendiendo en multitarea…

Yo, que tengo 35 años, una vida, una casa, un proyecto, una pareja, cientos de libros leídos al respecto y una tribu que me ayuda…

¿¡por qué no puedo hacer que mi bebé deje de llorar!?

…Tiene el pañal limpio… ha comido teta… ha eructado… no hace ni frío ni calor… está bañada y limpita… en brazos… le canto, le bailo, la arrullo, la mimo… ¿¡por qué no para de llorar!? No es lógico ni coherente, no hay árbol de decisión, no hay procedimiento ni manual de instrucciones… arrrrgh!

Y entonces llega la sensación de DESBORDAMIENTO TOTAL. Toda mi preparación, todos mis idiomas, toda mi experiencia en situaciones profesionales… toda, todita tota, me la voy tragando en cómodos bocaditos sin agua, y veo que en realidad lo que importa de verdad es que soy una treintañera novata, poco acostumbrada a que las cosas no salgan por dónde yo quiero y  que no tiene ni idea de criar hijos.

Cuando llega este punto, me doy cuenta que me importa un pimiento que el camión no llegue a tiempo o que se rompan tres líneas de producción o que el proveedor no entregue lo que dice… NADA TIENE IMPORTANCIA comparado con el hecho de que me acabo de incorporar de mi baja maternal, y mi bebé ha decidido no destetarse, así que no come absolutamente nada desde que me voy hasta que vuelvo. Eso sí es un problema. ES MI PROBLEMA, mi único gran problema en el mundo mundial (ríete del paro o de la paz en el mundo).

Y es ese punto en concreto donde se produce el CAMBIO DE CHIP: cualquier problema que se me ponga por delante, sea de trabajo o no, me parece una minucia comparado con esto, se queda ahí lejos, abajo… así que lo resuelvo, con tranquilidad y dedicación, pero sin pestañear.

Qué fácil es resolver algo concreto, con orden y lógica, comparado con alimentar a una hija que no quiere comer.

 

Por supuesto la bebita se acostumbró pasados unos días, comenzó con papillas o lo que fuera (ni me acuerdo!), y al cabo de un mes aquí paz y después gloria.

Pero recuerdo esos días como los peores días de mi vida, aunque también aprendí la lección más importante en mi ámbito profesional:

nada se puede comparar con un problema del que me siento responsable y para el que no puedo generar una  solución, porque ésta no depende de mí en absoluto.

De modo que los problemas que sí que dependen de mí son harina de otro costal, es fácil, soy PARTE de la solución, he generado la perspectiva suficiente y de repente… me doy cuenta:

estoy a tres metros de altura sobre una situación… y los pasos para solucionarla planean a la misma altura conmigo.

 

Desde entonces me acompaña esta perspectiva ante los problemas, que sólo puedo definir como “clarividencia materno-profesional”.

Arantza Bárcena. The family supply chain.